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Opinión

La idea del Estado en México

David Miller explica que los estados latinoamericanos han tratado de configurarse en torno a las exigencias del imperialismo norteamericano, quizá por ello existen tantas contradicciones en los modelos experimentados. Sin embargo, como suele ocurrir con otras perspectivas de imitación, los copistas tratan de ser más representativos que el fenómeno original; puede sobrevenir que el imitador llegue a ser mejor que el original o generar una realidad bizarra. Así ha transcurrido el proceso del neoliberalismo. De pronto, entre los diversos analistas neoliberales mexicanos existen enormes distancias entre los argumentos de quienes hablan de la necesidad de un estado fuerte para proteger al mercado –interno o externo–, un estado capaz de luchar contra los monopolios, la delincuencia, recaudar impuestos y generar orden público; sin embargo, otros hablan de un estado mínimo que apueste por la desregulación, descentralización y permita fluir las energías mercantiles de la mano invisible; estos últimos se inscriben en el libertarianismo anarquista.

¿Cuál es la proporción ideal? Todo depende, principalmente del contexto. Uno de los errores que ha acarreado la evolución del liberalismo político y económico en México emerge de la ausencia en el debate de las corrientes liberales. El liberalismo se ha dogmatizado por causas de los intereses políticos faccionalistas y cada élite plantea el modelo estatal que conviene a sus intereses. El liberalismo es una escuela de civilización y democracia que se niega en América Latina donde se impone el Modelo Habsburgo a la democracia y capitalismo; incluso al socialismo.

Las imposturas ideológicas y políticas llevan a la estructuración de un muégano transformista que hace imposible todo tipo de evolución y cambio social. Los gobernantes sueñan que gobiernan, pero, en realidad, el Estado apenas sobrevive al poder invisible y la fortaleza bárbara de la sociedad.

Es fundamental la ruptura histórica en Hispanoamérica y la transformación de las estructuras feudales económicas, políticas y, sobre todo, sociales. Las repúblicas bobas tienen que llevar sus constituciones a la práctica y derrotar los poderes que nieguen su hegemonía, sin ese salto histórico cuántico no habrá modernidad ni modelo económico que discutir; mejor que le pongan sotana al presidente y aseguren el derecho de sangre. Los Estados Unidos han encontrado útil beneficiarse de la debilidad institucional en Latinoamérica; empero, frente a la guerra comercial con China y la evolución geopolítica del crimen organizado, Estados sólidos pueden resultar aliados más eficientes y construir políticas estables. Con la situación actual, Trump se parece cada vez más a Morena e Hidalgo.

Diego Martín Velázquez Caballero

Desde que tengo memoria, el estudio del poder y sus efectos en la sociedad han sido mi mayor fascinación. Mi nombre es Diego Martín Velázquez Caballero, politólogo de formación, egresado de la UPAEP y la BUAP, con una pasión insaciable por comprender los engranajes del sistema político mexicano y la geopolítica nacional. A lo largo de mi trayectoria, he dedicado mi tiempo y esfuerzo a analizar la estructura del poder, sus dinámicas y los actores que dan forma al rumbo de México. Mi vocación no solo radica en entender el juego político, sino en descifrar las estrategias que moldean nuestro presente y determinan nuestro futuro. Me interesa profundizar en los cambios de las instituciones, la toma de decisiones y las fuerzas internas y externas que influyen en el desarrollo del país. México es un tablero de ajedrez en constante movimiento, donde las piezas nunca dejan de reacomodarse. Mi labor como estudioso del sistema político y la geopolítica nacional no se limita a la academia; es un compromiso con la reflexión crítica y el análisis profundo, porque comprender la política no es solo cuestión de teoría, sino de interpretar la realidad con agudeza y visión estratégica. Si algo he aprendido en mi camino es que la política es más que un conjunto de reglas: es la historia en construcción, el pulso de una nación y el reflejo de las aspiraciones de su gente. Y en esa historia, mi misión es aportar conocimiento, generar debate y contribuir a la construcción de un México más consciente de su propio destino.

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