
Quizá se debe a la presión que ejercen los Estados Unidos dado el riesgo de una crisis económica de proporciones históricas por la exclusión de la dinámica norteamericana; empero, la Presidenta Claudia Sheinbaum comienza a marcar un proceso de toma de decisiones que pone distancia de su antecesor. Es cierto que las demandas yanquis respecto de la seguridad nacional pueden violentar los poderes fácticos en México; sin embargo, la balanza comercial pesa más y, sobre todo, la interacción con la Unión Americana; por lo tanto, el gobierno mexicano tiene que acatar los dictados de Donald Trump.
La idea de Norteamérica, como señalaba Robert Pastor y Alain Rouquie, es un destino fatal de México; es imposible pretender una separación radical después de largas décadas donde gobierno y sociedad en nuestro país fueron concediendo estructuras productivas, mercado y labor. Es complicado revertir los procesos de una integración que por su gravitación es más que una constante, la relación mexicoamericana es un fenómeno cotidiano.
La relación de México con Estados Unidos es más que una simbiosis, el gobierno de Sheinbaum ha descubierto que no se puede empezar la construcción de un mercado interno y una industrialización nacional bajo las circunstancias actuales, lo más importante ahora consiste en mantener la relación con Norteamérica y desarrollar el orden que requiere el imperialismo yanqui.
Sheinbaum comienza a verse respaldada por el PRI, Estados Unidos, los Grupos Empresariales y las Fuerzas Armadas; además de numerosas tendencias morenistas. El PRIMOR aproxima a Sheinbaum con la gobernabilidad que implementó Enrique Peña Nieto, ojalá que consiga el control de los poderes locales para inhibir una crisis moral que aliente una sucesión altamente competitiva.
Los gobiernos estatales y enclaves autoritarios no han entendido la importancia de la economía formal e informal de los Estados Unidos para México, poco a poco el establecimiento de un juego colaborativo entre Sheinbaum y Trump consigue salvaguardar el segundo piso de la cuarta transformación en el proceso tecnofeudal que la oligarquía estadounidense globalista desarrolla como imperio.
La gobernabilidad contradictoria que desarrolla en sus intermediaciones el sistema político mexicano no deja satisfecho a nadie, siempre ha sido así. Es imposible que el partido en el poder satisfaga las necesidades de su electorado sin considerar los intereses de los círculos de poder económico, político y social de los norteamericanos. AMLO sobrevivió a su manera y Sheinbaum comienza a construir su propia ruta naval, ojalá que le alcance el tiempo y le favorezcan los aires por el bien de la república.